Un mundo, ángeles y Ángeles

09.03.2020

Libertad Jiménez

"Yo pintaba cuadros muy raros"

Al entrar en la sala 207 del museo Reina Sofía nos encontramos con obras conocidas, como la Figura en una ventana de Dalí, pero lo que nos llama la atención a continuación es un gran cuadro, de 3 por 3 metros. Rápidamente lo ubicamos como obra de vanguardia: un mundo cuadrado flota en el medio del lienzo rodeado por figuras poco realistas, que van desde lo angelical a lo monstruoso. Cerca de esta pintura otra de la misma época muestra a cuatro mujeres en una tertulia, como reza su cartela. Ambas son obras de Ángeles Santos, una pintora española que, aunque recientemente fallecida, es principalmente conocida por su producción artística de principios del siglo XX. Lo que más sorprende al visitante es calcular la edad con la que la pintora realizó estos cuadros en 1929: 17 años.

Su nombre no se incluye normalmente en las menciones a pintores españoles de vanguardias junto a Juan Gris, Picasso y en ocasiones mujeres como Remedios Varo, pese a haber expuesto sus obras en la II Bienal Hispanoamericana y otras numerosas exposiciones individuales y colectivas tanto en España como en Estados Unidos, Francia, Italia y Dinamarca. Sus obras están distribuidas en colecciones particulares y museos, pero muchas se han perdido, han sido reutilizados los lienzos o han sido destruidas, por su propio padre incluso en actitud vengativa.

Fue una de las más destacadas pintoras de vanguardia en España. Su caso es doblemente curioso si tenemos en cuenta que no solo era una mujer pintora en la primera mitad del siglo XX, sino queademás no vivió en Madrid, por lo que estaba más alejada de las nuevas corrientes de vanguardia llegadas a España. Esto no quiere decir que las desconociera, a Valladolid, donde vivía en su época de mejor creación, había llegado noticia de los nuevos aires artísticos, pero su formación teórica es notablemente menor que la de los pintores de las grandes ciudades.

Ángeles Santos Torroella nació en Portbou, Girona, en 1911. La mayor de ocho hijos de una familia de la que salió una pequeña saga de artistas de la que destaca, tras ella, su hermano, el crítico de arte, poeta y dibujante Rafael Santos Torroella. Su padre era empleado de aduanas, trabajo que obligó a la familia a trasladarse de un lugar del país otro sin establecerse. En un momento en el que la familia Santos se había mudado a Ayamonte, Huelva, Ángeles es enviada a Sevilla para que estudie en un internado. En las Esclavas Concepcionistas de Sevilla el talento de la joven ya se empieza a manifestar, por lo que recibe clases de pintura a partir de los 14. De Sevilla se traslada junto a su familia a Valladolid, donde continua formándose con clases de un pintor italiano restaurador de iglesias. Estos dos periodos de formación, además de las visitas junto a su padre del museo del Prado, fueron la base para su creación.

Su "etapa castellana", su producción de mayor estudio y reconocimiento, son los años 1928-1930, con 17, 18 y 19 años, en los que crea las obras más llamativas. Llama la atención el hecho de que no tenía casi contacto en Valladolid con las vanguardias, como sí tuvieron oportunidad otros artistas en la capital como los de la Residencia de Estudiantes en Madrid. Mientras que personalidades artísticas como Max Jacob, Luis Aragón, Paul Valéry, e incluso científicas como Marie Curie, daban conferencias en la Residencia e influenciaban a los jóvenes artsitas españoles con sus pensamientos y obra, la joven Santos vivía en una ciudad castellana sin apenas influencia exterior. Aún así creó obras que podrían encajar en la producción artística de París en el momento.

Con solo 17 años en 1928 realiza su primera exposición individual en Valladolid, y el éxito fue rápido: a los 19 años más de tres decenas de sus pinturas fueron expuestas en el X Salón de Otoño de 1930. El valor dado a su obra está reflejado en el que se le ofreciera una sola exclusivamente a 34 de sus obras, realizadas tan solo en dos años. Rápidamente la crítica de la época se siente atraída por esta joven artsita desconocida: Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén o Juan Ramón Jiménez la alaban, fascinados, y mantuvieron una correspondencia con ella, e incluso Gómez de la Serna fue a conocerla a Valladolid. Se dice que el escritor y periodista, 23 años mayor que ella, pidió su mano.

De ella dijo Ramón Gómez de la Serna: "En el Salón de Otoño, que es como submarino del Retiro, náufrago de hojas y barro, ha surgido una revelación: la de una niña de diez y siete años. Ángeles Santos, que aparece como Santa Teresa de la pintura, oyendo palomas y estrellas que le dictan el tacto que han de tener sus pinceles".

El surrealismo de Ángeles

Ángeles Santos apenas tuvo contacto con las nuevas corrientes europeas como el cubismo o el surrealismo. Con 17 años su conocimiento de las innovaciones pictóricas que estaban ocurriendo principalmente en Francia era muy limitado. Además, viviendo en Valladolid su contacto con los nuevos círculos artísticos que experimentaban nuevos lenguajes era muy reducido. Es muy sorprendente que una joven como ella fuera capaz de crear un cuadro como Un mundo teniendo noticia del cubismo y surrealismo solo por revistas. Y sobre todo si tenemos en cuenta que, pese a verse la misma marca que en este, sus siguientes cuadros abandonaron este surrealismo y Ángeles nunca volvió a pintar nada igual.

Un mundo se expuso por primera vez en el Salón de Otoño de 1929 y sorprendió a la crítica. Fuero unos versos de Juan Ramón Jiménez, cuya Segunda Antología poética la pintora tenía como libro de cabecera, los que inspiraron este cuadro: "Como pintar el mundo redondo me resultaba más complicado, lo hice en forma de un cubo, y ahí cabían muchas cosas, como las ciudades y la gente. Abajo pinté unos extraterrestres, con un cuerpo con un armazón de alambre, sin pelo y sin orejas. Junto a ellos hay otros seres pequeñitos que cogen la luz del sol con una tea y encienden las estrellas. Lo hice pensando en un poema de Juan Ramón Jiménez: "[...] vagos ángeles malvas / apagaban las verdes estrellas. / Una cinta tranquila / de suaves violetas / abraza amorosa / a la pálida tierra".

Al final de los años 20, cuando se empieza a hablar de viajar a otros planetas, sobre todo a Marte, a Ángeles le fascina esta posibilidad de un otro mundo, con otro tipo de habitantes. Lo normal era que las ideas le vinieran de noche o en cualquier momento, y se levantara de un impulso a pintar lo que había imaginado, pues eran ideas que le atormentaban. Este método de creación es muy similar a la escritura automática del surrealismo: la joven Ángeles sin saberlo se dejaba llevar por el surrealismo.

El mundo cúbico que flota en medio de la imagen da nombre al lienzo. Los aires cubistas de este planeta acogen en su superficie ciudades contemporáneas. "Dejé las casas sin techo, para que se pudiera ver a la gente cenando y durmiendo, y también me inventé bellos seres extraterrestres, que se suponía que vivían fuera de la tierra, y una escalera que subiera hasta el sol". Ángeles Santos puso en este cuadro todo lo que hasta entonces había visto, oído y observado, creando un mundo con ciudades, casas, trenes, una playa soleada como las del Mediterráneo de su infancia, ríos, cementerios y vida. En esta pequeña civilización un cortejo de entierro acompaña a un ataúd a un cementerio, del que los ángeles sacan a almas convertidas en otros seres celestiales, y suben en pareja al cielo. Aunque el título hace referencia a un único mundo, en realidad hay dos representados, el terrenal con objetos y situaciones reconocibles y otro, más surrealista y poético, entre el espacio y un espacio sin lógica. En la esquina inferior derecha dos mujeres tocan un instrumento de viento y una lira frente a tres mujeres de negro con cuatro niños Los personajes son lánguidos, sin casi abrir los ojos. Encima de este conjunto de apariencia onírica se encuentra una escalera que va hasta el sol. Por esta escalera suben personajes femeninos a captar parte del fuego del astro con una barra para bajar corriendo escaleras abajo y lanzarse al vacío para encender con el fuego las estrellas.

Su otra gran obra, La Tertulia se inscribe más bien en la Nueva Objetividad alemana, que es el movimiento hacia adónde parecía que se encaminaba su pintura.
A pesar de que la joven Ángeles había llamado la atención de grandes artistas su familia controló su obra y vida, como reflejo de la sociedad española de la época. "Conocí a ese poeta tan famoso que lo mataron por envidia... García Lorca, que me dijo que mis cuadros parecían Picassos y me regaló el Romancero Gitano. Luego venía mi hermano y se me llevaba los libros". Como mujer menor de la época, su padre siempre le acompañaba a las tertulias a las que le invitaban. Su actividad frenética actividad artística de los últimos tres años que la desorientó, a lo que se sumaron las presiones familiares, lo que la indujo a un estado depresivo. Una noche se escapó de casa, y a partir de este acontecimiento su padre, por esta "crisis psicológica", destruyó varias de sus obras y la internó en una manicomio en 1930 como castigo. Este internamiento duró solo veinte días, pero marcó su vida y su obra: dejó de pintar al salir hasta años después.

Una vez más, su familia se traslada con su familia a San Sebastián, en 1931, y aunque no pinta expone sus obras anteriores. La familia se va a vivir una vez más a un nueva ciudad en 1933, a Barcelona. Allí conoce al pintor Emili Grau Salas, quien le anima a retomar los pinceles en 1935. Su pintura ha cambiado, sus cuadros ganan luz y tienen ya más de impresionistas y fauvistas que de surrealistas.

Se casa con Grau en enero del 36, pero el matrimonio tiene poca paz porque meses después, al estallar la Guerra Civil, huyen de Portbou, donde se encontraban, a Mazanet-sur-Tarn, en Francia. Él se exilia en París, pero ella, que estaba embarazada, vuelve a España con su familia. Para dar de comer a su hijo y sobrevivir Santos da clases de pintura en un colegio de monjas de Huesca. Tras 20 años de vsitas intermitentes, en 1969 se va a París para vivir con su marido, y es en entonces, tras décadas sin una destacada producción artística, que vuelve a la pintura de verdad, pero con unos temas más dulcificados que poco tienen que ver con sus cuadros más famosos. La influencia de su marido, más impresionista y fauvista, sin duda hace que Ángeles abandone del todo el surrealismo, una pérdida lamentada por la crítica. Tras su gran éxito juvenil su obra pasa a la sombra de la de su marido.

Su pincelada pasa de una juvenil precisión a una pincelada más suelta y con menos concisión. Literalmente pierde su innovadora obra de juventud para dedicarse a una más convencional, pues pinta sus nuevos cuadros sobre algunos de sus lienzos antiguos. Las temáticas cambian a bodegones, retratos, paisajes naturales y urbanos, pierden el primer aire surrealista y expresionista tras su internamiento, tal vez por el cambio de vida a la costa mediterránea, a Sitges, o por el dolor de la estancia en el sanatorio mental.

Una de las últimas representantes de la Generación del 27, Ángeles Santos falleció en 2013 un mes antes de cumlpir los 102 años en Madrid. Hasta su muerte siguió pintando. Según sus proprias palabras fue bañarse en el mar todos los veranos lo que le hizo vivir tanto. Su larga vida le permitió llegar a ver el reconocimiento de su obra de juventud, como recibir en 2013 el premio Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya. 80 años después de su creación Un mundo se colgó como parte de la exposición permanente del Reina Sofía, y su autora pudo verlo.


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