Memento Mori II: Autopsia de un cadáver
Darío Cadenas
La afilada cuchilla rasga, a través de un movimiento preciso, la piel del cadáver. La sujetan las manos, antes inexpertas, de una artista. Curiosa, mete los dedos por las incisiones, hurga y palpa cada fibra, cada tendón. Con mucho mimo retira la parte exterior de la epidermis hacia un lado y hacia el otro, conformando el dibujo de una mariposa de sangre y vísceras. La sonrisa se dibuja en los labios de una Artemisia Gentileschi que contempla un cuerpo inerte, a escondidas y a la luz de las velas.
El amor reside en el corazón. La sangre del rey es de color azul. El cuerpo humano está relleno de "humores". El barbero puede sacarte la piedra de la locura de la cabeza, no lo digo yo, lo dice El Bosco. Creencias expandidas desde el mundo clásico a la Edad Media, que, unidas a la rigidez moral de su tiempo, hacían del cuerpo humano un completo desconocido para la mayoría de la población. Bien es cierto que existieron grandes científicos que desde la antigüedad investigaron la anatomía y la biología humanas, pioneros que, sin embargo, no afectaron al hecho de que a caballo entre el siglo XV y XVI los artistas tuvieran que realizar autopsias a escondidas y de forma ilegal, bajo el riesgo de perder su propia vida.
El antropocentrismo que retroalimenta al renacimiento va a ser la piedra de toque de una revolución anatómica que va a transformar el arte y la sociedad para siempre. El ser humano toma la conciencia del creador, de Dios mismo, para ocupar su lugar. Ahora todo debe estar a medida del hombre, ya no hace falta la intervención divina para ejercer el poder político o para construir y crear arte. Y el primer ejercicio que se hace de este recién recobrado poder, al más puro estilo de un moderno Prometeo, es recuperar el cuerpo humano y ponerlo al servicio del arte y la sociedad. Lejos quedan ya los rígidos cristos románicos, ahora los grandes genios hacen gala de un conocimiento milimétrico de la anatomía, fruto de la apertura y el acceso de los propios artistas a cadáveres y mortuorios. El impacto que tiene sobre el espectador este virtuosismo anatómico perdura hasta nuestros días, en un mundo de miradas en el que cuesta dejar atrás el espectro de la figuración desde hace 7 siglos. De la pureza y la perfección anatómica de un Miguel Ángel a la sangre salpicando por todas partes, las vísceras y las entrañas de Caravaggio, Gentileschi o Rembrandt. Este San Bartolomé desollado de Marco d'Agrate, con su propia piel a modo de capa, es el mayor ejemplo de la perfección del estudio y reproducción anatómica del renacimiento, que alcanza un punto incluso grotesco. El caso concreto de esta escultura se basa en uno de los primeros libros de estudios anatómicos de su tiempo, De humanis corporis fabrica (1543), de Andrea Vesalio.
Así pues nos encontramos ante un escenario en el que la anatomía humana ha pasado de la prohibición, la censura y la clandestinidad a ser la base del arte de su tiempo. No podemos dejar de nombrar a Rembrandt, quien haciendo gala de su genialidad retrata la sociedad burguesa de su tiempo, incorporando las famosas clases de anatomía. Este tipo de retrato de corte gremial o de profesión va a perdurar hasta bien entrado el siglo XIX en obras muy curiosas que nos trasladan de manera muy gráfica la enseñanza de la medicina a lo largo de tres siglos. El último coletazo de vida de este subgénero artístico lo encontramos en el realismo decimonónico, desde el que me gustaría destacar una pintura del museo de Málaga, ¡Y tenía corazón!, realizado por Enrique Simonet en 1890. Esta pintura es el fin de un recorrido histórico, del estudio aséptico de la anatomía desde un telón religioso a una vuelta de tuerca laica pero con un fuerte contenido moralizante de la sociedad de su tiempo. Se trata de la autopsia de una prostituta, con el médico sosteniendo el corazón en su mano y reafirmando que incluso las personas de bajos fondos tienen corazón. Funciona como una obra espejo, cada una de su tiempo, de la archiconocida muerte de la Virgen de Caravaggio, quien también toma como modelo el hinchado cadáver de una prostituta que aparece flotando en las aguas del río Tíber.
Honoré Fragonard fue un artista francés del XVIII, pariente del famoso Fragonard del rococó, pero cuya obra resulta la antítesis de este. Se trata de un anatomista que decidió realizar conjuntos escultóricos de pesadilla, en base a restos orgánicos de personas y animales. Más de 700 obras que incluyen desde fetos animales a macabros tiovivos.
La contemporaneidad, la vanguardia y el sacrificio de la figuración pueden hacernos pensar que el estudio del cuerpo como corriente artística ha llegado a su muerte natural. Nada más lejos de la realidad, en un mundo en el que el cambio de paradigma se produce solamente a pequeña escala, donde cada vez hay más corrientes y escuelas, donde prima la libertad individual, comienza a producirse una vuelta de tuerca trascendental. Ya existe toda la información, se tiene todo el acceso, se pueden realizar estudios anatómicos en plena libertad. El foco para algunos artistas contemporáneos no es tanto el objetivo de la obra sino el objeto de la misma, dando pie a arte creado directamente con cadáveres humanos. Esta expresión, que incluso a ojos del siglo XXI nos puede resultar grotesca e incluso desagradable, va a ser la base de una serie de obras y de artistas muy reconocidos en la actualidad.
Andrés Serrano es un fotógrafo contemporáneo que ha centrado parte de su obra en las fotografías de depósitos de cadáveres. Unas fotografías que, lejos de parecer macabras o grotescas, rebosan una extraña calma, una belleza casi clásica.
La obra de Serrano nos traslada una imagen de la muerte contemporánea que no se observa a menudo. Se centra en los detalles, en las texturas, en la humanidad de unos sujetos reales y las diferentes coyunturas que los acompañan. La vejez, la violencia, la enfermedad, la marginalidad. Todo ello en detalles que quedan en la mesa de la sala de autopsias para ser sepultados para siempre.
Pero el más controvertido y conocido actualmente es Gunther Von Hagens, artista y científico alemán, quien crea el llamado proceso de plastinación, mediante el cual extrae toda el agua existente en la materia orgánica para sustituirla por una solución plástica. El resultado es tan espectacular que da pie a una doble vertiente, sus obras son magníficas para el estudio científico de las fibras, órganos y tejidos al mismo tiempo que conforman un asombroso ejemplo de arte anatómico.
Los problemas relacionados con la bioética los dejo a juicio del lector. La controversia sobre si debería usarse la materia orgánica como soporte de la obra artística es un debate que no parece tener fin, incluso en la actualidad. Sin embargo, sería de necios negar que el estudio del cuerpo humano ha sido la vía de desarrollo del arte paradigmático de occidente, un modelo que ha evolucionado desde Miguel Ángel a Von Hagens de la mano de la propia ciencia. Hoy en día, desaprovechar los avances científicos en el arte, como los avances sociales que también tienen un componente muy poderoso, podría llegar a ser la pérdida de una oportunidad y un momento histórico únicos.
BIBLIOGRAFÍA:
GARCÍA ALANDENTE, Joaquín. ¿Es arte la exposición de plastinados? Reflexiones sobre la obra de Gunther Von Hagens. Revista En-Claves del pensamiento, México, 2011.
FIGUEROA, Gustavo. El cadáver humano en el arte y la bioética: la Pietà Rondanini de Miguel Ángel. Revista médica de Chile, 2016.
PARGA OTERO, Melodi. Anatomía, autopsia y estética del cadáver en el arte. Revista cultural Mito nº 46, 2014.