Margaret Thatcher contra la cultura de masas
Darío Cadenas
«¿Cómo deberíamos honrarla? Privaticemos su funeral.
Saquemoslo a concurso público y aceptemos la oferta más barata.
Es lo que ella hubiera querido.»
Ken Loach, el día de la muerte de Margaret Thatcher.
Los mayores prodigios musicales y artísticos en la Europa del siglo XX vienen de la causalidad de los peores y más oscuros tentáculos de la opresión y el odio. En la primera mitad el arte que trasciende en tiempo y forma es la respuesta canalizada frente a los autoritarismos y fascismos; en la segunda mitad lo es contra el capitalismo y el neoliberalismo. Son diferentes rostros de una bestia política, una batalla cultural ideológica que se concibe como puñetazo al aire, como la lucha de clases trasladada a un escenario.
Si pensamos en las últimas décadas del siglo XX, no hay en Europa un personaje con una mayor influencia cultural en todos los ámbitos que Margaret Thatcher. Bloody Maggie es la diana perfecta, el leviatán personificado, el enemigo a señalar. Y esto es consecuencia directa de su propia acción política. Animal político salvaje, la baronesa fue la culpable de desmontar el estado del bienestar y las políticas sociales destinadas a las clases sociales más deprimidas. Luchó fervientemente contra los sindicatos, recortó gasto social, privatizó el agua, el gas o la electricidad. Apoyó dictaduras. Fue la responsable directa del asesinato de 40 ciudadanos norirlandeses bajo el pretexto de la lucha contra el IRA, haciendo gala de un terrorismo de estado sin escrúpulos. Por no hablar de la Guerra de las Malvinas y la dura represión de la protesta ciudadana.
Pero el año que Thatcher llega al poder es 1979, y 1979 es un año revolucionario. Mientras la dama de hierro y su imposible pelo cardado juraban el cargo, uno de los mejores discos de todos los tiempos, la piedra que iba a comenzar la avalancha, comenzaba a venderse en tiendas. La revolución comenzaba de la mano de the only band that matters: Era 1979 y The Clash publicaban London Calling.
When they kick at your front door
How you gonna come?
With your hands on your head
Or on the trigger of your gun
When the law break in
How you gonna go?
Shot down on the pavement
Or waiting on death row
You can crush us
You can bruise us
But you'll have to answer to
Oh, the guns of Brixton
The Clash, Guns of Brixton
London Calling, dejando de lado su magnificencia musical, es un álbum profético. Se trata de la obra que anticipa la profana biblia del movimiento anti Thatcherista. Una bala que iba a atravesar y a destruir, después de la cual nada sería lo mismo. Desde el sindicalismo beligerante de Clampdown, a la lucha de clases de Guns of Brixton, pasando por el anticapitalismo de Lost in the Supermarket o la depresión y el maltrato de los barrios obreros en Hateful o la propia London Calling; Joe Strummer, Paul Simmonon y compañía habían creado una bestia que era imparable. La propia pluralidad musical del álbum, que va del blues al punk, del ska al reggae, del rocksteady al new wave, es reflejo de lo que estaba por venir...
... Porque la piedra se tornó avalancha.
1981 - actualidad: Retratos salvajes de una avalancha
Y la profecía de Joe Strummer se hizo realidad. En 1981, las ciudades de Londres, Liverpool o Glasgow vivieron los peores disturbios de los últimos tiempos en Reino Unido. A la altísima tasa de desempleo, la crisis económica y el desmantelamiento de servicios sociales se le añadió la denominada "Sus Law", una ley del gobierno de Thatchter que permitía el registro de aquellas personas consideradas "sospechosas", así como la violación directa de domicilios por la policía. En barrios obreros mayoritariamente racializados como Brixton, donde la policía sistemáticamente realizaba redadas, supuso problemas de racismo graves. Tanto es así, que una chispa en el mes de abril acabó colmando el vaso. En el llamado "Bloody Saturday", la tarde del 11 de abril, un chico muere en la calle de Brixton por la policía. La respuesta es contundente: Los disturbios se suceden desde Brixton a Edimburgo. Cientos de edificios en llamas, batalla campal, ladrillos, saqueos y cócteles molotov. Sólo en el barrio de Brixton son heridos 270 policías y 75 civiles, más de 120 vehículos y edificios son pasto de las llamas. Dos años de gobierno de Thatcher y el tejido social británico ya se encontraba destruido, los obreros hacían suyo el No Future que dijeran los Sex Pistols, mientras las tasas de desempleo alcanzaban sus máximos históricos. Sin embargo, Margaret de cara al público afirmó categóricamente que ni el racismo ni el desempleo habían tenido nada que ver en los disturbios.
La realidad era tan hiriente, la sociedad estaba tan deprimida, que la respuesta no tardó en sucederse de la mano de dos de los mayores pilares culturales contra Thatcher.
This town (town) is coming like a ghost town
Why must the youth fight against themselves?
Government leaving the youth on the shelf
This place (town) is coming like a ghost town
No job to be found in this country
Can't go on no more
The people getting angry
This town is coming like a ghost town (x4)
The Specials, Ghost Town
Los disturbios de 1981 inspiran de forma directa un himno de la generación perdida. La legendaria banda de Ska The Specials publican el single de Ghost Town apenas dos meses después de los disturbios de Brixton. Mientras negocio tras negocio cerraba sus puertas, el desempleo imperaba y la sociedad se deprimía, llegaron ellos a enseñar que el baile y la música también eran una forma de lucha de clases. A través de una melodía macabra, con alegres coros y trompetas, la banda de Jerry Dammers nos lleva a través de una ciudad muerta, por la decadencia de sus rincones y por la soledad de sus esquinas, al mismo tiempo que nos incita a levantarnos cuando el poder político pisa el cuello de la gente. Cuando reina la miseria, el baile y la alegría son la revolución. Ghost Town es una de las canciones más representativas de su tiempo, si no la que más, diagnóstico perfecto de la decadencia urbana, la desindustrialización, el desempleo y la violencia sistémica y de clase. Ocupó el número 1 de las listas durante meses y resultó ser la banda sonora perfecta de los consiguientes disturbios de las calles británicas.
El otro que se torna en adalid de la lucha contra Thatcher se llama Ken Loach y lo hace desde el mundo del cine. En 1981 un Loach que acababa de comenzar su carrera como cineasta realiza "Look & Smiles", una película que le costó la censura y el silencio durante casi toda la década de los 80, por su marcado carácter anti-Thatcherista. Rodada íntegramente en blanco y negro, es un fiel retrato de la miseria y la decadencia social de los tiempos del primer gobierno de la Iron Lady. La película, rodada con actores amateurs, trata sobre un joven en paro, quien cansado y sin esperanzas acaba planteándose caer en la campaña gubernamental de captación para el ejército. Se trata de una crítica ácida y un fiel y gris retrato de un tiempo miserable. Thatcher llega a censurar la película en Reino Unido, y personalmente se involucra para que Ken Loach no realice ni una sola película más. El bueno de Loach lucha como puede contra Thatcher y la censura, efectivamente no vuelve a rodar una película en la década de los 80, pero produce maravillosos documentales como "Which side are you on?" que es el mejor documental sobre la problemática minera y el sindicalismo durante el gobierno de Thatcher. Loach se vengaría de toda la censura con creces una vez esta dejó el poder en 1990, con tres monumentales películas que todo el mundo debería ver: Lloviendo Piedras, Agenda Oculta y Riff-Raff.
Volviendo a la música, a medida que los ochenta avanzan, la avalancha se va haciendo cada vez más fuerte. Decenas de bandas y músicos responden a la llamada lanzada por The Specials. La lucha cultural contra Thatcher estaba cada vez dando más pasos para convertirse en un género en sí mismo, y el Partido Laborista británico consciente de esto decidió involucrarse de forma directa en esta batalla. Apadrinando a músicos como Billy Bragg o el líder de The Jam Paul Weller, surge el colectivo Red Wedge.
El término "Red Wedge", que se traduce como "Cuña Roja", es una referencia directa a la corriente artística del suprematismo ruso, concretamente a la obra de El Lissitzky "Golpead a los blancos con la cuña roja", de 1919. El suprematismo como movimiento artístico se concibe como la antítesis del arte convencional, como la afirmación del espacio vacío y antinatural, basado en figuras geométricas (principalmente triángulos y cuadrados). Busca la pura sensibilidad a través de la abstracción geométrica.
El colectivo Red Wedge, cuando toma esto como referencia estética, lo que hace es hacer bandera del nihilismo de las nuevas generaciones, se yergue como el espacio contrario y enemigo natural de la realidad representada por el conservadurismo inglés. La generación perdida comienza a canalizar su depresión a través de la música, que toma partido y se eleva como un elemento contra el sistema.
Dentro de Red Wedge se incluyen nombres como los ya citados Billy Bragg o The Jam, pero también The Communards, The Smiths, Elvis Costello, Madness, The Beats, Joolz o The Housemartins. Músicos y bandas que lanzaron decenas de hits con una clara intencionalidad política, y que a día de hoy constituyen en sí mismos un estudio sociológico de la juventud británica en los 80.
Paul Weller y The Jam nos escupen bajo un endiablado ritmo sincopado en A Town Called Malice: "Struggle after struggle, year after year, the atmosphere's a fine blend of ice, I'm almost stone cold dead. In a town called malice // Lucha tras lucha, año tras año, el ambiente es como una fina capa de hielo y estoy casi muerto por congelación. En una ciudad llamada maldad.
Mientras, frenéticas melodías de ska hacen que jóvenes británicos abran grietas en el suelo de los clubs. Madness se visten de fina ironía ante la baronesa Thatcher y claman en Blue Skinned Beast: I heard you shout for yesterday, but I was sleeping on the job. And I dreamt of fighters miles away whose lives I had to rob. Have a drink on me, I put it down to the company. Three cheers to the blue skinned beast hip hip! // Te escuché gritar por el ayer, pero estaba durmiendo en el trabajo. Soñé con luchadores a millas de distancia cuyas vidas tuve que robar. Bebe un trago, la empresa paga. ¡Tres hurras a la bestia de piel azul!
El líder de todo este movimiento no es otro que el ya citado Billy Bragg, cuyo compromiso social lo lleva a ser considerado el Woody Guthrie inglés. Bragg publica discos enteros cuyo trasfondo no es otro que la reacción social contra Thatcher. No para de componer canciones que son auténticos alegatos por los derechos civiles. Toma las riendas de su carrera con un propósito de marcado carácter ideológico y popular, un gesto y un elemento en su obra que le dignifica y le honra como persona.
I was a miner
I was a docker
I was a railway man
Between the wars
I raised a family
In times of austerity
With sweat at the foundry
Between the wars
Billy Bragg, Between The Wars
La avalancha se había tornado imparable, no importaba ni el quién ni el cómo, alcanzaba a todo el mundo y no se dejaba de hablar de ella. Y es que el mayor espejo del movimiento social británico, su gran altavoz, siempre será la música. Una música que funciona como una llamada de auxilio, pero también como una llamada a las armas, como un grito de guerra, como un ataque a la desesperada, como la voz de los abandonados, como el himno de los nadie.
¿Quiere usted asesinar a Margaret Thatcher? A este tipo de dantescas preguntas tuvo que responder Morrisey una tarde de 1988 en una habitación de comisaría. El primer disco en solitario del líder de The Smiths es un completo compendio de singles con un fuerte componente social en el que se incluyen una serie de temas, dejando de lado los archiconocidos "Everyday is Like Sunday" o "Suedehead", que se plantean como cuchillos contra las políticas y la figura de Thatcher. El polémico músico tuvo que prestar declaración en las oficinas de la Scotland Yard por un supuesto delito contra la seguridad nacional. El motivo no era otro que la canción final del álbum, "Margaret On The Guillotine". Morrisey afirmó que aquella canción era el reflejo de un sueño feliz de la sociedad de aquel entonces, que no era más que ver a Thatcher sufriendo escarnio público.
The kind people
Have a wonderful dream
Margaret on the guillotine
Cause people like you
Make me feel so tired
When will you die?
When will you die?
When will you die?
When will you die?
When will you die?
And people like you
Make me feel so old inside
Please die
And kind people
Do not shelter this dream
Make it real
Make the dream real
Make the dream real
Make it real
Make the dream real
Make it real
Morrisey, Margaret On The Guilllotine
Al fin, la lucha contra Thatcher había derivado en un verdadero movimiento cultural. Un hecho único en las últimas décadas del siglo XX, que tiene como partícipes una ebullición artística singular dentro de un Reino Unido en el que confluyen cientos de bandas y estilos. Un movimiento que no sólo no ha terminado en la actualidad, sino que sigue desarrollándose mientras el lugar donde están depositadas las cenizas de Thatcher se ha convertido en el orinal público más famoso de Gran Bretaña. Ejemplo de su supervivencia lo encontramos en el cine social británico, que continúa no sólo bebiendo de actualidad de la mano del incansable y prolífico Ken Loach, sino rescantando episodios y elementos del Thatcherismo y la lucha social como en la brillante Pride (2014).
La semana de la muerte Margaret Thatcher la canción más vendida y escuchada en Reino Unido es Ding Dong The Witch Is Dead, de la película de 1939 El Mago de Oz. Y es que, nos guste o no, todo lo que Thatcher representa trasciende a la posteridad como un símbolo. Thatcher como enemiga, Thatcher como icono de la cultura Pop, Thatcher como el diablo, Thatcher la personificación de todo mal, pero irónicamente Thatcher como canalizadora del arte, del odio como expresión cultural, del cine social, del movimiento obrero, del ska, del punk, del rock, del new wave. Toda gran historia requiere un gran villano, y Bloody Maggie es el último gran villano de la Europa del siglo XX.
Ding, Dong, la bruja ha muerto.