Canciones que cambiaron el mundo I: Strange Fruit, Billie Holiday
Darío Cadenas
Noche de primavera del 1939. EEUU, bajo la presidencia de Franklin D. Roosevelt, reconoce públicamente a la dictadura franquista. Al mismo tiempo son fusiladas las Trece Rosas en la tapia del cementerio de la Almudena. Sin embargo, la noche es cálida y festiva en el Café Society, el local más liberal de la Nueva York de comienzos de siglo. Allí una joven afroamericana de 23 años aparece con los ojos cerrados, temblando entre la oscuridad, bajo un único foco de luz que le ilumina el rostro. Ella es Billie Holiday y de sus labios estaba a punto de salir una canción que cambiaría el mundo: Strange Fruit.
Nunca antes se había vivido un silencio así. La inclasificable voz de mezzosoprano de Holiday consiguió un silencio denso, táctil, asfixiante. Para cuando el público rompió a aplaudir en ovación atronadora, Billie Holiday vomitaba en la parte trasera del escenario.
Southern trees bear strange fruit
Blood on the leaves and blood at the root
Black bodies swinging in the southern breeze
Strange fruit hanging from the poplar trees
Pastoral scene of the gallant south
The bulging eyes and the twisted mouth
Scent of magnolias, sweet and fresh
Then the sudden smell of burning flesh
Here is fruit for the crows to pluck
For the rain to gather, for the wind to suck
For the sun to rot, for the trees to drop
Here is a strange and bitter crop
De los árboles del sur cuelga una fruta extraña.
Sangre en las hojas y sangre en la raíz
Cuerpos negros balanceándose en la brisa sureña
Extraña fruta cuelga de los álamos
Escena pastoral del valiente sur
Los ojos saltones, la boca torcida
Aroma de las magnolias, dulce y fresco
Y de pronto el olor a carne quemada.
Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire
Para que el sol la pudra, para que los árboles la dejen caer
Esta es una extraña y amarga cosecha.
La letra de la canción, un grito de dolor, un plato caliente de carne humeante que el hombre blanco norteamericano apartaba de sí con una mano, mirando hacia otro lado, es mucho más que un poema, es la declaración de principios que Lady Day arranca de lo más hondo de sus tripas y que lanza al público y a toda la sociedad a la cara. En realidad se trata de un poema de Abel Meeropol, músico y poeta judío y comunista, escrito a raíz de la fotografía de dos afroamericanos ahorcados en un linchamiento producido en Indiana en 1930. Sin embargo, el poema era más de Holiday de lo que jamás habría podido ser suyo. Tenía sólo 23 años y una vida expuesta al racismo y la exclusión social. El padre de Holiday murió en 1937 porque ningún hospital quiso tratar a un negro, en sus memorias la cantante hace referencia a este episodio afirmando que a su padre no le mató la neumonía, le mató Dallas. Su madre fue sirvienta en condiciones de semiesclavitud. Ella misma, a sus, insisto, tan sólo 23 años, había sido violada y ejercido la prostitución para poder sobrevivir en el clima más hostil posible.
La
historia oficial nos cuenta que el Café Society era el oasis liberal
dentro de este infierno, que el lugar se abría por igual a negros y
blancos, que dentro se respiraba la supuesta libertad que estaba por
venir. Woody Allen nos vende este mismo discurso en su
pastel-comedia del mismo nombre (Café Society, 2016).
Sin
embargo Billie Holliday, como Ella Fitzgerald, como Sarah
Vaughan, no podía acceder al local por la misma puerta que la
blanca clientela, así como tenía que permanecer en un cubículo
cerrado y oscuro antes y después de sus actuaciones, nunca en
contacto con la flamante burguesía liberal. Una vez más, el falso
discurso de tolerancia y de clase adulterando una realidad obscena
que habría de avergonzarnos por siglos.
Lo cierto es que según la estimaciones del Tuskegee Institute,
Alabama, entre 1889 y 1940 se linchó a 2.833 personas, de las cuales
el 90% eran negros. Este dato es, además, bastante conservador con
respecto a la realidad. El citado instituto es un centro privado
cercano a los lobbies neoconservadores del partido republicano, por
lo que se sobreentiende que la realidad es aún peor. ¿Cuándo se va
a dejar de hablar de linchamientos para hablar de genocidio?
La canción trajo fuertes problemas a Holiday. El sello Columbia en el que trabajaba se negó a publicarla, por lo que en acto de rebeldía se acabó desligando de ellos en pro de un sello mucho más local. Fue perseguida públicamente, desde la prensa y desde la propia masa sureña, llegando a temer por su vida después de cada concierto que dió en el sur de EEUU. Sin embargo, el éxito fue aplastante y la canción, una de las primeras canciones protesta, se convirtió en un símbolo. Nunca antes una canción había hecho temblar de esta forma los cimientos de la sociedad estadounidense, exceptuando quizá This Land is your Land de Woody Guthrie, con la capital diferencia entre ambos que Billie no era un blanco burgués que decía matar fascistas con su guitarra, sino que era mucho más que eso, era mujer, era negra, era bisexual, era quien era en mitad de la jungla de la segregación racial. Un referente incontestable en todos los sentidos.
Un episodio más contemporáneo nos hace tomar medida de lo revolucionario de la canción de Holiday. En 1992, con el muro de Berlín ya caído, la cultura del hip-hop tiene su gran apogeo en EEUU con grandes referentes como NAS o Public Enemy. Estos últimos, emulando el espíritu de Billie, publican ese año un disco titulado Hazy Shade Of Criminal, con un contenido basado en la lucha racial bajo los preceptos de Angela Davis y los Black Panthers. En portada, de nuevo, los ahorcados. Lo curioso de esta historia es que esta portada fue automáticamente censurada y sólo se vendieron un puñado de discos con la portada real, por lo que muchos en el mundo de la música piensan, equivocados, que se trata de un disco sin portada.
La huella de Strange Fruit fue tan profunda como un estigma marcado a fuego. Era imposible no sentir vergüenza, no sentir rabia, no remover y provocar la náusea. Billie Holiday la llevó como una carga, como un castigo o una misión que tenía como mujer negra frente al mundo. Y le costó mucho más que la fama, le costó la propia vida. Billie fue automáticamente relacionada con los bajos fondos. Tuvo problemas con la mafia, con los usureros que la usaban como máquina de hacer dinero, con la prensa y con los blancos. A los 32 años, tan sólo 9 años después de cantar Strange Fruit por primera vez, ya era un fantasma de lo que había sido. Los músicos negros tenían que disponer de una tarjeta, la New York City Cabaret Card, para poder actuar y vivir de la música. A los 32 años esta tarjeta le fue revocada por su adicción a las drogas, que en aquel momento era un delito penado. Lady Day no pudo trabajar ni hacer música los últimos 12 años de su vida, condenada a arresto domiciliario, arruinada y desterrada espiritualmente de una sociedad que olvida demasiado rápido.
Se dice que, en estos últimos años de su vida, alguien la reconoció vagando por la calle, vestida como un vagabundo en un callejón. El tipo, sorprendido por la desastrosa imagen de la cantante, le dijo: "¿Qué estás haciendo con tu vida, Lady Day?". Y, ella, desafiante, le contestó: "Bien, ¿sabes?, aún sigo siendo una negra".